Cómo aprovechar al máximo tu paso por la universidad y no quedarte solo en el plan de estudios
La universidad suele presentarse como una etapa llena de promesas: crecimiento personal, puertas que se abren, oportunidades que cambian destinos. Pero detrás de esa imagen idealizada, conviven historias muy distintas. Para algunos, fue un camino de descubrimiento; para otros, un desafío cuesta arriba lleno de dudas, burocracia y expectativas que no siempre se ajustaron a la realidad.
En las primeras semanas todo parece nuevo: los pasillos, los profesores, las dinámicas de estudio, esa mezcla entre libertad y vértigo que implica tomar decisiones propias. Con el tiempo, llegan también las madrugadas de estudio, las materias que parecen imposibles, los trabajos en grupo que ponen a prueba la paciencia y, para muchos, la necesidad de compatibilizar estudio, trabajo y vida personal sin un manual claro de supervivencia.
La universidad moldea, reconfigura y, en muchos casos, incomoda. Obliga a pensar distinto, a discutir, a equivocarse y volver a empezar. Y aunque no todos terminan graduándose, casi todos coinciden en que dejó una marca: una manera de mirar el mundo, un oficio, una frustración, una pasión inesperada, una amistad o incluso un giro completo en el rumbo elegido.
En tiempos donde el debate educativo se centra en “facilitar la aprobación”, en hacer la enseñanza “más atractiva”, o en si las universidades están respondiendo a las necesidades actuales, vale la pena volver a mirar lo básico: ¿cómo vivimos realmente ese tránsito? ¿Qué aprendimos? ¿Qué nos faltó? ¿Qué cambiaríamos hoy?
Porque hablar de educación superior no es solo hablar de programas, créditos o reformas. Es hablar de experiencias humanas que todavía moldean nuestras decisiones adultas.
🎓 Ahora te toca a vos…
¿Cómo fue tu paso por la universidad?
¿Te transformó, te desafió, te frustró, te impulsó?
Contá tu experiencia y sumate a esta conversación que nos ayuda a repensar cómo estamos formando a las nuevas generaciones.
