💬 Opinión / Columna

¿RESPIRA BIEN NUESTRA DEMOCRACIA?

Democracia en vitrina: alternancia, marketing y el ruido que asfixia las ideas

La democracia uruguaya, ejemplo de estabilidad y recambio político, suele presentarse como un organismo sano. El poder cambia de manos sin traumas. Pero si miramos más de cerca, el cuadro se complica: el corazón late, sí, pero los pulmones no ventilan como antes. La alternancia sigue ahí, pero el aire que respira nuestra vida democrática está cada vez más contaminado: por el marketing, los agravios y la desinformación.

En lugar de oxigenar el sistema con ideas nuevas y debates de fondo, muchas campañas se han vuelto un escenario donde importa más vencer que convencer. Las promesas suenan como jingles y los discursos se empaquetan como productos: fáciles de consumir, vacíos por dentro. Lo ideológico se diluye, lo programático se reduce a slogans. El debate público se empobrece: cada vez más emocional, menos racional.

Y como si no bastara, al empuje del marketing se suma el barro de la difamación. Ya no se discute lo que uno quiere construir, sino lo mal que lo hizo el otro. La campaña se convierte en un ring. Se acusa, se tergiversa, se grita. La mentira circula libremente y el agravio reemplaza al argumento. Lo propio se justifica con un simple “fue un error”.

Esa doble vara —castigar al adversario y relativizar lo propio— erosiona la confianza ciudadana. Porque cuando la política se convierte en una guerra de trincheras, el otro deja de ser un interlocutor para volverse un enemigo. Y así, el diálogo se vuelve imposible.

Las redes sociales agravan esto: amplifican los extremos, refuerzan las burbujas y premian la indignación más que la reflexión. La lógica del like y del retweet empuja a hablar más fuerte que claro. Y en el camino se pierde justo lo que más necesitamos: capacidad de construir puentes, acuerdos básicos, pensar un país a largo plazo.

Uruguay sigue siendo una democracia sólida. Pero no se alimenta solo de elecciones ni se sostiene solo con alternancia. Necesita contenido, ideas, ética. Si no revisamos cómo hacemos política, corremos el riesgo de que el cambio de gobierno sea apenas un recambio de máscaras.

No alcanza con celebrar que las instituciones funcionan. Hay que preguntarse cómo y para quién. Una democracia real no es solo cambiar de gobernantes: es discutir con respeto, reconocer al otro y construir caminos comunes. Tal vez haya que sacar la política de la vidriera y volver a ponerla en la plaza.

Lic. Joanna Perco

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